La mujer que yo amo







Esta es la mujer que yo amo.


Fue con ella que yo conocí por primera vez el interior húmedo y tibio de una mujer apasionada.

Oyendo los latidos de su corazón, dormí noche tras noche, más inocente que nunca y más feliz.

El primer abrazo que me arrancó del frío y la soledad me lo dió ella. Y gracias a las yemas de sus dedos es que supe lo que es ser acariciado por horas y horas sin descanso.
Su rostro es el rostro que yo amo.
Persiguiéndola por todas partes, es como descubrí que cada rincón del cuerpo tiene un aroma (que uno puede llegar a amar) y que la piel, recién salida de la ducha, tiene un olor en otoño y otro en primavera.

Y es por culpa de ella que mi subconciente esta convencido que la belleza es una muchacha delgada (casi escuálida), cuya sonrisa es como una ola y cuya mirada lanza escarcha y picapica.


Su voz es la voz que yo amo.

Y fue con esa voz, calientita y llena de matices, que una tarde de catástrofe me observó bondadosa y me dijo que no podía cometer los mismos errores que los demás, que hasta para equivocarse hay que ser original.

Fue esa frase la que me arrojó a este continente de pesadillas y amaneceres, que es la vida de alguien que lucha por equivocarse por sus propios medios.

Esta es la mujer que yo amo.
Es mi madre.


Y sólo porque la amo tanto es que puedo perdonarle que me haya dejado solo, que se haya suicidado, cuando yo apenas tenía seis años de edad.

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chaveztoro

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