Los años y la sabiduría

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Fue eso lo que me hizo coger la silla que me ofrecía y sentarme:
la certeza de que los años lo van haciendo a uno cada vez más sabio.

Se llamaba Juana María y tenía 90 años "recién cumpliditos".
La había encontrado mientras paseaba, comiendo un helado, por la calles ardientes de Lunahuaná.

Le hice algunas preguntas.
Su vida se resumía en un marido, muerto hace muchos años, que no le dejó hijos, y sus esporádicas ventas de un vino exótico del lugar.

"También tengo una hermana, cuatro años mayor que yo... pero es una grosera".
La hermana había tenido catorce hijos, "imagínese, usted", y vivía en la puerta de al lado.

Al rato apareció la hermana, golpeando el suelo con un bastón, vomitando frases agresivas,
"seguro ya estás pensando como matarme", entendí en medio de ellas.
Juana María empezó a contestarle con gruñidos.

Me fui triste de allí.

De pronto tuve la horrible sensación de que no iba a hacerme sabio con los años.
Que el paso del tiempo no nos hace mejores, sólo nos vuelve más viejos.
Que era cierto lo que me dijo aquella mujer cuando le pregunté si se aprende algo cuando se vive tanto, señora.

Se rascó distraídamente el codo arrugado y dijo:
- Nada hijo. Sólo a caminar con más cuidado.


chaveztoro

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