La señora, vestida de pies a cabeza, con un vivaz color amarillo, me vendió un helado de fresa.
- ¿También desea uno? -le preguntó al joven que me acompañaba.
- Acabo de almorzar y estoy super lleno - le contestó él, sonriendo.
La señora de amarillo bajó la mirada, le cerró la tapa a su carrito también amarillo, y comentó casi en un susurro:
- ¡Quién como usted!, qué puede comer hasta llenarse...
De pronto perdí las ganas de reír.
Sentí deseos de abrazarla y decirle: no se sienta triste señora.
Comer hasta hartarse no es, en realidad, una virtud.
El mundo no es de los que se esfuerzan en llenar su estómago.
El mundo le pertenece a los que cada día se esfuerzan por llenar su corazón y su mente.
Es de los que no se cansan de luchar para lograr sus metas, como hace usted,
de los que no se rinden ante el primer obstáculo,
de los que sonríen a pesar del frío, a pesar del calor, a pesar de las distancias.
El mundo le pertenece a los que, como usted, despiertan todas las mañanas y le gritan a la adversidad:
¡No voy a rendirme!
¡No voy a renunciar!
¡Olvídalo!
¡Hoy no me vas a derrotar!
El mundo le pertenece a los que, como usted, levantan la cabeza, respiran hondo y siguen empujando con fuerza su propio carrito amarillo hacia el futuro.
chaveztoro
Comentarios
Publicar un comentario